Hace unos días recibimos en Pet Memorial Forest la visita de un señor para contratar uno de nuestros servicios, estaba acompañado de su nieta y su mascota.
Mientras hablábamos, la pequeña niña hablaba también con su Pitusa (una labradora muy mayor), lo hacía como si tradujese nuestra conversación a un lenguaje creado para las dos.
En un momento de la conversación, y sin previo aviso, la niña levantó la voz lo suficiente como para que la oyésemos con claridad, y le preguntó directamente a su Pitusa si quería ser cremada o quería convertirse en un árbol.
Todos en la sala nos quedamos estupefactos, y el silencio reinó por unos instantes, luego regresó a ver a su abuelo y le dijo: “la Pitusa dice que quiere ser un árbol”.
Cuando el abuelo se despedía de nosotras, me atreví a pedirle permiso para preguntar a la pequeña por qué había preguntado eso a su mascota. El abuelo me dio permiso y la niña contestó: porque las cenizas están muertas y los árboles están vivos.
Nunca nadie lo había dicho con más claridad ni más simpleza.
Esa noche pensé sobre la niña y la Pitusa, sobre la claridad de sus enormes afectos y su comprensión de la vida. Realmente, tenemos tanto que aprender de las niñas y los niños.